A ti te levanté del mal país, con la fuerza de
Huizilipochtli.
Liberando con los cantos, a los guerreros caídos.
Tu que me enseñaste no guiarte, que me permitiste
fluir con tu energía.
Con persistencia en soledad, luchando entre campos
dispersos.
Cuidando a ti, tu misma me moldeaste, me afilaste.
Una pierda en bruto, poco a poco iniciaba de
brillar.
Silencioso en tu vientre, caliente con la oscuridad
inmensa.
Adentro con reflexión, bajo el rayo lunar, en
humilde purificación.
Al ritmo del tambor, sacudiendo la sonaja,
enraizando vibra a la tierra.
Me dejaste radiar, encendido para canalizar amor.
Sentirme cerca y junto a la llama cósmica, del fuego
del firmamento.
Reconociendo la luz de las estrellas, en cada uno de
los integrantes.
Gracias por la experiencia hermosa, para levarles a
un viaje.
Darse una vuelta con esta nave, entre mundos para
volver a aterrizar.
Cada uno en su propio centro,
ardiendo para desprender el calor guardado.
ardiendo para desprender el calor guardado.
Perdido entre canto y sonido, sin espacio ni tiempo.
A ti te dejo hablar, con cuentas de los abuelos.
Nada se queda, ni en el aquí menos en el ahora.
Cambio por siguiente transmutación.
Planeando pasan momentos, el respiro removido en
ramo.
Simplemente una pluma acariciando el suelo.
Marcando sus rasgos de alta frecuencia.
Ofrenda mía, gotas de sudor, regando semillas de
este sendero.
Que brindan las fragancias de nuevas flores.
Rocío de la alba, nutriendo frutas y bendiciones.
Uwe Jürgens
23.07.2017
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